martes, 7 de noviembre de 2017

"Las pequeñas cosas" (Giuliana Marchetti)

Hola lectores, se que no suelo hacer este tipo de entradas en el blog, pero quería compartir con ustedes este pequeño cuento que escribí para una materia de la universidad. Espero que les guste tanto como a mi ♡♡..

LAS PEQUEÑAS COSAS:
Una mañana soleada de primavera, Don Pedro, un señor de 70 años, llenaba un balde de alimento balanceado para alimentar a sus patos que con tanto esmero cuidaba, ya que eran su fuente de trabajo.
Como de costumbre, lo acompañaba Toby, un perro viejo y de pelaje oscuro.
Camino a la granja, donde se encontraban sus patos, Toby comenzó a actuar de una manera rara, parecía cansado. Entonces Don Pedro decidió hacer una parada para descansar con su fiel amigo.
-¿Estamos viejos amigo verdad? -le dijo don Pedro a Toby-.
-¿Estas cansado? Puedo verlo en tus ojos, mejor descansemos unos minutos -agregó Pedro-.
Don Pedro conocía tanto a su perro que no le hacia falta que Toby tuviera el don de hablar para entenderlo, con sólo mirarlo ya podía comprenderlo todo. Los dos se habían convertido en mejores amigos y, al parecer, no era una simple amistad lo que los unía.
Al escuchar la orden de su dueño, Toby se recosto sobre el pasto húmedo y alzó su mirada al cielo.
Pedro, sin duda, entendía a la perfección lo que su perro le pedía.
-¿Quieres escucharla de nuevo verdad?.. Esta bien amigo, puedo contarla una vez más por ti-.
Don Pedro soltó un largo suspiro y comenzó:
"Hace exactamente unos 15 años atrás, en una fría noche de invierno, un pequeño cachorrito mugroso y muerto de hambre apareció en mi puerta. Yo me encontraba dentro de la casa cuando escuché un pequeño llanto de cachorro. Pensé que sólo era mi imaginación y seguí haciendo lo que estaba, pero volvió a gritar y está vez un poco más fuerte. Dude, pero me asomé por la ventana para ver y fue allí cuando lo vi. La verdad es que no sabía que hacer con el, estaba lastimado y muy muy delgado, llegue a pensar que moriría allí mismo. Corrí a buscar una manta para taparlo y entrarlo en la casa.
¡Pobrecito!, estaba muerto de frío y de hambre.. 
Recuerdo que agarré lo poco que tenía en la cocina y se lo di: un trozo de pan duro y menos de media taza de leche (lo único que tenía para comer esa noche). El cachorrito se lo acabo todo en minutos y fue allí cuando todo ocurrió.
En los minutos que el cachorrito comió lo poco que le pude dar, volví a mi pequeña habitación. Estaba tenso y me sudaban las manos, pero tenía que terminar con lo que había empezado. Más bien, estaba decidido a terminarlo, esta vez sí. 
Tome la navaja que escondía debajo de la cama y me puse en frente de un pedazo de espejo roto que tenía colgando en la pared.
-Tupuedestupuedesacabacontododeunavez -me susurraban mis demonios internos-.
¿Qué tenía para perder? Nada. Ya lo había perdido todo. Mi amada y hermosa esposa había muerto hace 10 años atrás. Cáncer. El maldito y puto cáncer se había salido con la suya una vez más. 
En ese momento sentía que ya no tenía sentido seguir viviendo, todo me recordaba a ella. Pensé en suicidarme en muchas ocasiones.. Sin embargo, allí seguía.
Yo no diría que de todo se puede salir adelante con fuerza de voluntad, o quizás si, pero en ese momento ya no tenía ganas de nada. Y si había algo que había perdido aparte de mi esposa, era mi corazón. Ya no tenía sentimientos, mi corazón no sentía. Yo era un hombre muerto por dentro, destruido y hecho añicos.
-Dime Toby, ¿qué razón tenía para seguir viviendo?-.
Era sólo un corte. Tenía que hacer sólo un pequeño y ligero corte, deslizando la navaja por mi garganta y todo acabaría. Al fin sería libre de este maldito sufrimiento que me atormentaba por dentro. Quería dejar de sentir dolor. 
¿Qué irónico no? Provocarte dolor para dejar de sentir dolor, pues.. era la única opción que me quedaba.
Tome la navaja con fuerza mientras caían las pocas lágrimas que le quedaban a este cuerpo sin vida.
Un corte, sólo un ligero y profundo corte.
Coloque la navaja en mi garganta, ya estaba. Sólo necesitaba presionar.. Comencé a apretarla contra mi cuello poco a poco. Todo se volvía oscuro, a pesar de que tenía los ojos abiertos. Ya no sentía, ya no escuchaba, ya no dolía. En ese momento de plena adrenalina recuerdo haberle gritado a Dios en voz alta: "SÁLVAME! si de verdad merezco seguir viviendo sálvame!!!!".
Yo no creía en Dios, la verdad es que solo lo dije por pura euforia y odio. Sabía que el no podía escucharme. ¿O si?
Justo allí, cuando estaba por dar el apretón final que me salvaría de toda esta mierda, sentí un ligero mordiscon en mi bota. No le hice caso..
Un poco más, un poco más y esto acabaría.
Pero volví a sentir un mordisco y está vez más fuerte. Baje la mirada y allí estaba: el delgado y pequeño cachorrito, mordiéndome la bota enfurecido.
Tire la navaja al suelo y comencé a apartar al cachorro con el pie, pero el seguía enfurecido con mi bota.
-¿La quieres? Esta bien, acá la tienes!!-.
Me tiré al suelo, me saque la bota y la tire a la otra punta de la pequeña habitación. Pero el cachorro se plantó allí de pie y comenzó a mirarme fijo. Al principio no le hice caso, pero luego lo entendí. Nose como explicarlo, pero lo entendí. El perro quería que lo mirará.
Ok, era un simple perro, ¿qué podía ocurrir?. Lo mire. Y allí fue cuando ocurrió.
Comencé a llorar, mis lágrimas empezaron a caer una tras otra. No podía dejar de mirarlo y el me sostenía la mirada. Lloré y lloré y una vez que empecé, no pude parar.
Me deje caer al suelo y me acurruque abrazandome las rodillas. El pequeño perrito comenzó a lamerme las lágrimas. 
Por única vez en años consumido por la tristeza, pude ver una luz. Nose que era, pero sus ojos emitían una luz extraña que me hizo llorar y llorar. Saque hasta lágrimas que no sabía que tenía, era puro sufrimiento acumulado. Era una sensación extraña, me sentía consolado, me sentía como un niño pequeño cuando se lastima y su mamá viene a acariciarlo para que se calme.
Y allí fue cuando la vi. Les juro que la vi!!. Estaba detrás de ese pequeño y hambriento cachorro, acariciándolo. Era ella, mi hermosa y amada esposa. Pude verla, pude sentirla.
Me quedé petrificado, creo que había entrado en un estado de shock. ¿Era real?. No podía ser. Cerré los ojos y los apreté con fuerza.
-No es tu culpa -sentí que me dijo aquella mujer-.
No!! No podía ser cierto, tenía que ser un sueño. Me pellizque el brazo con todas mis fuerzas.
-No es tu culpa -repitió-.
Me armé de valor y la quise mirar a la cara, pero ya no estaba. Se había ido.
Me quedé unos segundos mirando a la nada, tratando de comprender lo que había ocurrido; y en ese momento lo comprendí. Agarré la navaja y supe que había llegado la hora.
Comencé a correr a toda velocidad, bueno, a la velocidad que mis años de entonces me permitían. Salí de mi pequeña casa y corrí hasta el lago que sé encontraba entre mi casa y la granja, que con tanto amor habíamos construido mi esposa y yo.
Esto tenía que parar, tenía que dejar de atormentarme.
Tu no mereces vivir, culpableee. Acaba con esto de una vez!!!.
Bastabastabastabasta BASTAAAAAA.
Y lo tire. Arroje esa maldita navaja que tentaba al destino cada vez que me sentía sólo. Mire como se hundía y consigo se ahogaban todas mis penas.
Se había acabado. Al fin, me sentía libre. Su mirada me lo había dicho todo, sabía que ella no quería eso para mi, debía vivir!. Debía aprovechar el poco tiempo que me quedaba.
"No es tu culpa", jamás sacaría esas palabras de mi cabeza. 
Había vivido todos estos años atormentándome por no haber tenido el suficiente dinero para pagar el tratamiento de mi esposa. Siempre sentí que fue mi culpa. Si tal vez yo hubiera.... basta.
La única pregunta que tenía en mi cabeza en ese momento era: ¿Dios me había escuchado?. Ese perro, ese perro me lo hizo ver. El era mi salvación. 
Me dirigí hacia la pequeña casa de nuevo, dejando salir las últimas lágrimas que me quedaban y riendo. Riendo de felicidad. Entré y allí estaba. Lo recogí entre mis brazos y le prometí que jamás dejaría de amarlo. Le daría todo, todo lo que estuviera a mi alcance. Él me había mostrado a mi esposa, ese perro, ese pequeño e indefenso perro.
Pasaron 15 años desde entonces. Ahora somos los dos unos viejos quisquillosos que apenas pueden caminar. Sin embargo, aquí estamos, juntos y felices. Aprendimos a amar lo poco que teníamos y a apreciar la vida de la manera más hermosa que se podía: con humildad y amor. Nada llenaba más estos corazones que permanecer el uno con el otro. 
Y por eso y por haberme salvado de aquel oscuro infierno, tengo que decir gracias mi fiel amigo, gracias por haberme rescatado de esa horrible oscuridad mi viejo Toby".

Esa fue la última vez que lo vi. Simplemente cerró los ojos y supe que había llegado su hora. 
Me senté a su lado y lloré y reí como aquella vez.
Él me había enseñado que la vida estaba allí, en las pequeñas cosas. Nada más tenía importancia cuando tenías a alguien que te amara a tu lado, no importa si no era precisamente una persona.
Pronto volveríamos a estar juntos, los tres.

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